28 | 07 | 2017
aquí estamos
Fernando Poyón y Angel Poyón
imágenes que afirman nuestra realidad,
nuestra relación con el mundo y con los otros
Guatemala, como el resto de los países americanos, es un lugar multiétnico y plurilingüe en donde los diversos pueblos que conviven en la región han desarrollado a lo largo de los siglos, en respuesta a las diferentes formas de colonización que les han sido impuestas, poderosos procesos imaginarios y simbólicos. Han forjado así reajustes y re-creaciones culturales que son, no sólo formas de resistencia, sino maneras de afirmar sus visiones de la realidad y de los valores que, como comunidades, sustentan frente al mundo. De esta manera, además de las tradiciones artísticas que siguen modelos occidentales, se han establecido formas de expresión y prácticas en las que lo autóctono se mezcla con lo extranjero y lo ancestral se sintetiza con lo moderno y lo contemporáneo. Es por esto que, en el contexto de nuestros países, la concepción de lo nacional como una unidad social y/o cultural específica y homogénea representa una profunda incomprensión de nuestra realidad. Por lo tanto, tratar de explicar las experiencias culturales y artísticas que surgen en las diferentes regiones del continente desde puntos de vista estrictamente nacionales, es expresar una opinión no sólo desinformada sino inexacta. Hablar de un arte nacional, único y representativo de la totalidad de cualquiera de nuestros países, implica una violencia ciltural.
Es dentro de esta conceptualización de nuestra historia que es necesario subrayar, al hablar de las formas artísticas elaboradas en la actualidad por los artistas guatemaltecos, que se trata del resultado de las tradiciones que los varios grupos étnicos que conviven en la región han desarrollado a través de los años, formas que, en general, se nos presentan como expresiones de un arte mestizo, sincrético, que a menudo desobedece los paradigmas occidentales, y que, asumiendo sus diferencias históricas y culturales, elabora imágenes alternativas que recusan los modelos metropolitanos.
Es en este contexto que necesitamos percibir los trabajos que se exponen en esta galería. Sus creadores, Angel Poyón y Fernando Poyón, artistas guatemaltecos nacidos en Comalapa, pueblo Kaqchikel no muy alejado de la capital guatemalteca, vienen elaborando desde los años 90trabajos plásticos muy personales en las que la originalidad conceptual y formal apuntala verdades y funciones sociales que intensifican el sentido, no sólo estético sino ideológico de las piezas que producen. Aunque hermanos, es importante subrayar las grandes diferencias en cuanto al enfoque temático y formal que encontramos en su trabajo.
En el caso de Angel Poyón, existe una insistencia en mantener una visión relacionada claramente con la cosmovisión maya ancestral y en hacer uso de formas relacionadas con las culturas populares guatemaltecas. Su forma de cancelar el tiempo occidental – Sueños interrumpidos (2009) - o de comentar sobre las formas de expresión artística en su comunidad y otras comunidades mayas - Este es mi pincel (2017) - nos obligan a tomar conciencia de otras maneras de percibir y de expresar el mundo, ajenas a los conceptos occidentales que, en general, consideramos únicos y absolutos.
Por otro lado, su apropiación de imágenes empleadas por las compañías nacionales e internacionales en las campañas publicitarias que fomentan el consumo de sus productos, y que muchas veces llegan a convertirse en formas de arte popular, muestra su conciencia del aspecto político que estas representaciones poseen. La fuente de los deseos [2005] y Monumentos (2006-2016) exhiben este tipo de práctica por parte del artista.
Yo no quiero ser buen mozo [2016], por otra parte, expresa en forma directa la resistencia civil y la lucha de los pueblos maya por sus derechos civiles, luchas relacionadas con las de otros pueblos colonizados en distintas regiones del planeta.
Fernando Poyón, por su lado, tiende a enfatizar la relación de su comunidad con el mundo occidental, comentando de este modo acerca del tipo de relaciones que se dan entre nuestros pueblos y el mundo global. Así, Nuevas formas de verse, nuevas formas de organizarse [2017] nos muestra un mapa transformado en un rompecabezas al que le faltan muchas piezas y en el que las implicaciones políticas “mundo global’, “norte/sur” y “países occidentales y no occidentales” queda anulada. Otras piezas - El peso del día [2017] - hacen referencia a los deseos de los guatemaltecos más pobres, para quienes el sueño de la inmigración es la única posibilidad que tienen para salir de una pobreza que resulta de las múltiples formas de injusticia social enraizadas, no sólo en nuestro continente, sino en todo el mundo. Secuelas de una bandera (2016) nos muestre una bandera de Guatemala desgastada y desteñida –que podemos asociar con un estado corrupto e inoperante- sobre una de las tantas tumbas colectivas en las que las víctimas del ejercito guatemalteco fueron enterradas en un intento de hacerlas desaparecer sin dejar rastro alguno.
Una de las piezas más poéticas es Resonancia [2016], en la que la relación que existe entre la tierra que se cultiva y quienes la trabajan se da por medio de las herramientas que estos utilizan, y que parece ser similar a la “resonancia” que existe entre el mar y un caracol.
Como afirma Ticio Escobar, el que lo estético posea un sentido social no significa una ausencia de forma, ya que cuando lo estético funciona socialmente, es la forma lo que permite que el aspecto social de las piezas adquiera un sentido no sólo específico sino de mayor intensidad. Es de este manera que las obras de arte logran establecer un diálogo, no sólo con su entorno histórico-cultural, sino con las culturas e historias del resto del planeta; diálogo que relaciona las formas simbólicas de comunidades locales con las de las comunidades ajenas a su entorno. De ésta modo, las expresiones de un arte sincrético y mestizo, características de nuestro continente, operan no sólo como formas de expresión local, sino como “un proyecto de construcción histórica, un movimiento activo de interpretación del mundo, [una] constitución de subjetividad y afirmación de diferencia” y ofrecen un cuestionamiento de, y a, los “órdenes naturalizados e impuestos por la colonialidad”. [Ticio Escobar (2011) “Culturas nativas, culturas universales”]
Francisco Nájera
8 de julio, 2017